27.2.08

Hablar poco

HACE AÑOS, en Santiago, recibí una llamada al celular en medio de una reunión de pauta. El timbre del aparato había sido concebido para lo contrario de la discreción. En las pautas (sesiones de trabajo donde la sección de un medio decide lo que hará público) a mí me solía temblar la pera cada vez que tenía que hablar. De modo que cuando advertí que el aparato que chirriaba en un bolso era mi celular, debo haberme puesto de varios colores. La reunión se detuvo, me excusé y salí de la sala. Al regreso, una compañera de trabajo me miró con cara de decepción: "No pensé que tú... que tú..." No tengo la menor idea qué puede haber sido lo que ella pensó, pero un celular y yo en su imagen era un cuadro incompatible.

Eran los días de Faúndez, el maestro chasquilla de ese comercial de los noventa, que irrumpía en el ascensor de un edificio corporativo y sorprendía a los ejecutivos de negro con su teléfono móvil: “ingeniería eléctrica e instalaciones varias". ¿Había algo común entre Faúndez y yo? Ahora que lo pienso, sí: los dos éramos bajos de estatura, los dos éramos algo campesinos, provincianos. Los dos veníamos de la periferia al corazón sofisticado de la ciudad. ¿Qué fue lo que confundió a mi encantadora compañera de trabajo esa mañana? De algo creo estar seguro y es que posiblemente Faúndez no tenía nada que ver. La imagen debe haber sido otra. Es lo que pasa cuando alguien habla poco. A los demás no nos queda otro remedio que imaginar.

Pero hablar poco es siempre menos riesgoso que hablar mucho (conozco ese defecto). En el celular --y convegamos de una vez que la cosa aquella no es más que un objeto útil y aburrido-- no paso del monosílabo. Por eso me llama la atención la gente que puede estar horas con el aparato pegado en la oreja. No exagero si digo que Penn Station, más que estación, en realidad es el centro de reunión de los conversadores solitarios. En el tren, suelo parar la oreja e intentar adivinar qué dijo el otro (clase de audición gratuita). Declaro mi preferencia por las peleas de celos (quizá porque son las que mejor entiendo, menos por lo que dicen que por el cómo lo dicen).

Uno es el riesgo de que a uno le atribuyan una imagen y otro el de meter la nariz en negocio ajeno. Pero está por último el riesgo vital. Hace apenas unos días, una investigadora israelí dio a conocer un trabajo para tomar nota.
Siegal Sadetzki, doctora de la Universidad de Tel Aviv, encontró que hablar mucho por celular multiplicaba el riesgo de desarrollar tumores en la parótida, la glándula salival situada a ambos lados de la cara por debajo del oído. Lo curioso del hallazgo es que el riesgo era mayor en las áreas rurales (al menos las de Israel) porque las antenas de esos lados, para funcionar bien, necesitaban emitir radiación con más fuerza. Fuerte. El beneficio de escuchar a distancia en un lugar apartado finalmente es peligroso para los de ese lugar.

Ilustración: autor desconocido, original en Rick Poynor, "Raging Bull", Print, vol. 59 (sep-oct 2005), p. 36.

8 comentarios:

Mr. Kent dijo...

Hola, te invito a visitar mi blog. Un saludo.

Mr. Kent dijo...

Hola, si de hablar poco se trata, visita mi blog. Seguro que te ries....Un saludo, Robert

Anónimo dijo...

ja, como puedes hablar tanto de tan poco.

raul sporman

Anónimo dijo...

Quiu!
oye, lo único que quería era comentar uno de los comentarios que recibiste. Ese de "ja, cómo puedes hablar tanto de tan poco". Qué será eso que encuentra poco? El episodio que recordaste? Las analogías con el personaje ese de la tele?, los datos sobre las repercuciones de hablar mucho por celular? Todas las anteriores? Y qué será entonces suficientemente mucho como para darle un espacio y una vuelta verbal en un blog personal? O sería que la frase sonaba bonita y era tetandor escribirla? Por parafrasear? O era muy temprano?
;)

Anónimo dijo...

Pedro..!, que alegria encontrar a Ana María (anita), en tu Blog, es un alago recibir un cometario de su parte....
Si la vez, le das mis saludos, aunque se que no estan muy cercas que digamos(anita, prefiero no comentar nada, ya que como dicen por alla: reden ist silber, schweigen ist gold,... , ja, un abrazo grande, y que sigas escalando en tu vida,un gran pero gran abrazo..)


Raul Sporman

Macarena Gallo.- dijo...

Hola pedro,

a mi me da risa la gente que usa el manos libre para hablar. parecen que estuvieran locos. A mi me daría vergúenza usarlos.

y celular uso re poco. sólo para trabajo. nada más. todavía no es mi dependencia. menos mal.


saludos

Anónimo dijo...

mi dependencia, qué es eso?

Anónimo dijo...

chucha!