2.1.05

Muy personal

Los nombres importan: Ovejería, criadero de ovejas. Llegué a Nueva Jersey en 2004 y ahora trabajo en Manhattan. Pero crecí en Ovejería (Osorno, Chile), un lugar sin ovejas, cruzado por líneas ferroviarias. Mi casa estaba al lado de un cementerio de trenes y de una fábrica de huesos (se llamaba así). Más allá la feria de animales y al frente el matadero. Después un basural y el regimiento. No tengo idea si ese entorno me dejó alguna huella. O si yo dejé la mía. Estudié en Valdivia y trabajé en un diario (El Mercurio), en un Centro de Estudios de la OEA y ahora en el Instituto Cervantes de Nueva York. He sido editor, autor de informes técnicos para gobiernos y profesor. También cuidé autos en la calle cuando chico e hice otras cosas como novela para Dickens (con episodios de Martín Romaña). Repetirlas sería un tedio. Tengo especial inquietud por la gente que se dedica al negocio de la verdad, sus rutinas, su trama de estrategias. No me interesa mucho la ficción. Suelo perder el tiempo leyendo dibujos, historia de la ciencia y tratando de entender las herejías del cristianismo primitivo. Y ya que lo menciono, tengo enormes dificultades para creer. Me gusta pensar que la desconfianza puede ser una virtud. Y que la timidez es un lujo innecesario (del que abuso en exceso y atenúo con café). No miento: sólo para este párrafo ya me he tomado cinco tazas. De ahí quizá el valor para mi más íntima confesión final: mientras leo, como cerdo, suelo sacarme los mocos con el dedo y tiendo por inercia a rascarme allá abajo. Pero jamás esto lo haría en público. Jamás. Soy perfeccionista.

1 comentario:

m.manriquez dijo...

Lo de los mocos y lo de rascarse "ahí"...sin comentarios...no has cambiado nada...jejeje..pero no hay nada mas reconfortante que rascarse "ahí"...que placer.bye