12.11.07

Modales en la mesa

A PROPÓSITO del Rey y Chávez, no sé si alguien reparó en la argumentación de Zapatero. Rescato esta frase: "[...] las formas dan el ser a las cosas." Aislada, es un bostezo (densa ontología). Pero Zapatero la hace estallar de significado. Tema: conducta en la mesa. Escenario: comensales alborotados en el fin de la Cumbre Iberoamericana. Mejor contexto, imposible. Hugo Chávez, cacatúa del demonio, escupe que escupe contra Aznar, y Su Majestad Don Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón, Rey de España, literalmente emputecido, prueba a incrustarle el índice, pierde los estribos y lo tutea a que se calle.

Se me viene a la memoria ese libro de Norbert Elias sobre la evolución de los modales. Tomo de allí estos dos ejemplos, formas en la mesa (posteriores a la Edad Media):

Ante la necesidad de una flatulencia, aguantar el cuerpo lo más que se pueda... pero no llegar a enfermarse por esta causa.

Si se puede salir, hágase aparte. Si no, recuerde el proverbio: toser disimula el ruido.


Esto nos lleva al experimento número 1: qué pasa si observamos todo el episodio a la luz de esos consejos.






"Las formas dan el ser a las cosas." Híjole. Zapatero ha propuesto en Santiago una solución a una de las más antiguas controversias: qué es superior, qué es lo relevante, la sustancia o la apariencia. Respuesta del español: ni lo uno ni lo otro. Esencia es Apariencia. Es la clave al problema de las diferencias: deferencia.

***
PS: he introducido en esta versión algunas correcciones, sólo de forma, eso sí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pedro...disculpa, pensé que me reconocerías, era parte del juego, me presento: mi nombre es Raúl sporman escobar, alias el cachorro, el grupin, el alcalde,...,Puta weon!, me había inspirado más que la cresta para saludarte en forma sorpresiva, y tu optas por no publicar mi comentario, me cagaste weon, cagaste mi "inicio" hacia el intelectualismo, hacia la felicidad de escribir. Aunque no hayas sido capaz de reconocer a un "amigo". Quiero decirle estimado Pedro, que su amistad que en algún momento tuvo con este humilde servidor (ya me estoy colocando mentiroso) es parte de mi orgullo, eso si es verdad eh!. Y acá, en el sur del mundo, junto a su hermano Lucho ("Robinson weon..!") en más de una oportunidad nos acordamos de sus logros. Y hay más, personalmente me atrae mucho la "diáspora de los Galindo" (que bonito; suena a título de un libro).
Amigo, en esta oportunidad, solicito no borrarme, ya que obviamente, con los antecedentes que ahora le he dado: "..soy tu amigo conchetumare...!".

PG dijo...

Raúl, viejo amigo, qué sorpresa. Ya me lo imaginaba. Pero me has puesto en un dilema y he preferido eliminar tu comentario... No éste sino el primero, un comentario anónimo que ahora identificas pero que, al leerlo, me dejó muy confundido. Te escribí en privado, como me pareció pertinente. Pero quiero, en cambio, explicar aquí cuál fue mi razón para recharzar tu mensaje.

Me parece que el comentario aquel pertenece en realidad a la conversación privada, no a un foro abierto. Es decir, el factor hueveo, por el simple hueveo en sí, gratuito, es algo que de verdad aprecio mucho, cómo no, cuando nos juntamos a conversar. Pero carece de sentido en una conversación abierta a otros lectores, del mismo modo en que carece de sentido prestarnos pa'l tandeo a chuchetazo limpio en conversaciones con más personas. Bueno, excepto que estemos muy borrachos y a la cresta los demàs. Pero no es el propósito de este blog.

Dicho esto, sigo preguntándome si esta decisión es correcta. Es decir, cómo definir adecuadamente el límite que separa lo privado de lo público en medios como éste. Y lo más importante, realmente me pone en una situación muy incómoda excluir de aquí las palabras de un amigo, especialmente uno al que quiero tanto.

Un fuerte abrazo,
Pedro

PD: ¿Recuerdas Confubulario (Juan José Arréola, "Homenaje a Otto Weininger"). El año 86 (me acuerdo porque fue el único año que viví en la Aldea Juvenil San Alberto Magno), un día apareciste con ese cuento y fue una especie de arsénico, del que logramos sobrevivir. Lo transcribo abajo por el espíritu de esos días. Y porque todavía leo a Arréola.

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HOMENAJE A OTTO WEININGER
[Con una referencia biológica del barón Jakob von Uexküll]

Al rayo del sol, la sarna es insoportable. Me quedaré aquí en la sombra, al pie de este muro que amenaza derrumbarse.

Como a un buen romántico, la vida se me fue detrás de una perra. La seguí con celo entrañable. A ella, la que tejió laberintos que no llevaron a ninguna parte. Ni siquiera al callejón sin salida donde soñaba atraparla. Todavía hoy, con la nariz carcomida, reconstruí uno de esos itinerarios absurdos en los que ella iba dejando, aquí y allá, sus perfumadas tarjetas de visita.

No he vuelto a verla. Estoy casi ciego por la pitaña. Pero de vez en cuando vienen los malintencionados a decirme que en este o en aquel arrabal anda volcando embelesada los tachos de la basura, pegándose con perros grandes, desproporcionados.
Siento entonces la ilusión de una rabia y quiero morder al primero que pase y entregarme a las brigadas sanitarias. O arrojarme en mitad de una calle a cualquier fuerza aplastante. (Algunas noches, por cumplir, ladro a la luna).

Y me quedo siempre aquí, roñoso. Con mi lomo de lija. Al pie de este muro cuya frescura socavo lentamente. Rascándome, rascándome…

[Juan José Arreola: Confubulario, México, 1962]