16.12.07

Montaigne, blogger

ACABA DE APARECER una nueva traducción de los Ensayos de Montaigne. Me enteré hoy por la crítica en El País. El traductor es Jordi Bayod (nunca había oído su nombre) e incluye un prólogo de Antoine Compagnon (tampoco lo conocía, pero encontré las veinte páginas del prólogo, aquí). La avidez, entonces, por conocer cada pormenor del anuncio fue automática.

Al parecer, la novedad está en la versión sobre la que se basa: una versión de 1595, editada por Marie de Gournay (la chica admiradora del escritor y luego su protegida). Muchos de estos detalles eran totalmente nuevos para mí. Desconocía, por ejemplo, que existía otra versión, también canónica y anterior. Tengo en casa una edición de los Ensayos, vieja, manoseada, traducida en tres pequeños volúmenes por Juan de Luaces, que compré en Santiago hará unos diez años, en una librería de viejo de la calle Manuel Montt. Leo y releo a Montaigne desde esa época. Con un detalle: no habia reparado en el tema de las versiones. ¿Importa? Sí y no.

La mía, compruebo, se hizo en base a dos versiones: la de Gournay y otra, de 1802, sobre una copia corregida de 1588 que pasó del castillo de Montaigne a un convento y de allí a la Biblioteca Pública de Burdeos. Es decir, mi versión excluye la exégesis de Strowski [ocurre lo mismo con la traducción anotada de Constantino Román, íntegra aquí]. Tengo ahora una inmensa inquietud por conocer el trabajo de Fortunat Strowski. Leo que destinó treinta años a desaprobar a mademoiselle Gournay y establecer como canónicas las correcciones que el propio Montaigne añadió en vida en los bordes de las páginas de la primera edición impresa.

La pregunta es qué puede cambiar, que sea sustantivo. Intuyo que la primera diferencia sea musical: como escuchar a Bach sin el tamiz de los románticos, con instrumentos de época. La segunda diferencia, creo, es aún más relevante. Y tiene que ver menos con las correcciones de Montaigne que con su lectura fuera del francés. Muchas veces percibo en el texto (mi versión en castellano de Montaigne) la sensación de una mala traducción. Pero no puedo comprobarlo porque no leo francés. Una buena traducción, por tanto, es un acto inmensamente generoso: máximo respeto al autor, máxima consideración al lector.


Esto me lleva a lo sutantivo en Montaigne. Traernos la antiguedad clásica, la tranquilidad de la torre de su castillo (donde escribía) y poner todo eso en la mesa sin ostentación alguna. Sólo como un ejercicio de honestidad radical. Si al leerlo da risa o abre la fractura invisible en el muro de nuestras ideas y preconceptos es por esa franqueza, tejida en el interior de una biblioteca forrada en libros antiguos. Y eso es Montaigne: un escritor inclasificable (judío, católico, escéptico, estoico, epícureo) que sólo habla de sí mismo, con la tranquila honestidad del que ha asumido con rigor y humor sus peores defectos.

¿Cómo leerlo hoy? Con la misma desconfianza con que se lee un sitio como éste. No me parece ilícita esta conclusión: Montaigne anticipa en quinientos años el género blog.

3 comentarios:

punto dijo...

Curioso leerte, no sé si curiosa la memoria, o frágil, dudo de tu interés en confundir lectores. Sé que la honestidad te interesa.
Acaso no recuerdas nuestras conversaciones al respecto.
Yo algo recuerdo, tu época de leer la verdadera Comedia, algunas traducciones en el bolso y ninguna que te convenciera. Entonces recurrías al original italiano, y confirmabas la sospecha.
Quizá olvidaste mi comentario irónico, ese que preguntaba si creías que Dante escribía para que Pedro Galindo lo leyera, en fábula, en Valdivia...recuerdo que hablamos de la biblia, de tantos otros libros y te conté que por eso me gustaba Beckett, que había elegido escribir en otro idioma para no tener estilo, o asidero con las palabras...bueno, he vuelto a leerlo por estos días, los de Lumen, aunque Tusquets me da más confianza. Para muestra de honestidad, contra evidencia, cito el resumen de los últimos dos capítulos de Mercier y Camier, espero que a alguien traiga recuerdos...
X
El páramo.
La cruz.
Las ruinas.
Mercier y Camier se separan.
El regreso.
XI
La vida de la supervivencia
Camier solo.
Mercier y Watt.
Mercier, Camier y Watt.
El último policía.
El último bar.
Mercier y Camier.
El puente de la Esclusa.
Mercier solo.
La sombra se perfecciona.
(1946)

punto dijo...

A propósito de traducciones, está tb el tema de las versiones, en Tlon...de Borges, bueno pues me la hizo, allí donde leí ese cuento y otros, Ficciones, una creo de Emecé, es la única parte en que he encontrado el Acercamiento a Almutasim...ese cuento que usé en clases de científico para hablar de nuestra tendencia a ver las cosas como recursos y acabarlos, como la biodiversidad, antes de hacer las operaciones para verles utilidad o llevar las cosas hasta el lugar en que fueran necesarias para seguir llendo hacia donde se va....pues bien si tienes copia del cuento lo agradecería...

PG dijo...

Bonita época aquella. Aunque me ha confundido un poquito eso de la confusión. Sigo sin conocer a Beckett y, por supuesto, traje conmigo la Commedia (la edición que tengo casi no ocupa espacio). Tal como con Dante, he probado a veces hacer lo mismo con Montaigne: comparar el original (aqui: los tres libros de la edición de 1595, íntegro, con "orthographe originale": ojo es un archivo comprimido [zip] y pesa casi un mega). Pero no hay caso. Quizá algún día me atreva al francés.

El cuento de Borges: "El acercamiento a Almotásim", aparece en Historia de la eternidad, y está fechado en Adrogué, 1933 [yo lo tengo en esta referencia: Obras completas, Emecé. 2da edición, 1996, vol. I, pp. 414-418]

Un abrazo

PS: Espero no agobiar a los demás con este exceso de fichas bibliográficas